Zaratustra sale de su cueva y, acompañado de su águila y su serpiente, se pone en marcha hacia la ciudad La Vaca Multicolor, donde predica ante un gentío que se burla de él como de un enajenado y le amenaza.
Más o menos fue ahí cuando, hace unos once años, decidí abandonar la lectura, pensando que la traducción debía de ser rematadamente mala porque nada tenía sentido. Esta vez lo he leído entero… y me ha costado. «Así habló Zaratustra» es una lectura difícil. Quiero decir que, aunque ni soy filósofo ni leo filosofía habitualmente, tampoco soy un completo novato. Antes de intentar leer a Nietzsche por primera vez había leído ya obras de Parménides, Heráclito, Platón, Aristóteles, Maquiavelo, Schopenhauer, Rousseau, Marx y Sabater. Tampoco me ayudó el hecho de haber pasado de puntillas por Nietzsche en mi clase de filosofía, asignatura que disfruté mucho en su día. Recuerdo haber dedicado un cuatrimestre casi completo a Platón, a los diecisiete años, en los que me sobró tiempo para leer «La República» de cabo a rabo. Recuerdo también que el profesor dedicó mucho tiempo a San Agustín, a Kant y a otros. ¿Pero Nietzsche? Creo que ni siquiera abrimos el libro por las páginas que trataban de darlo a conocer.
Sobre Nietzsche, no obstante, sobre su filosofía y su estilo poético han corrido ríos de tinta. Me limitaré a dar una breve opinión personal.
Me parece que los contenidos de Zaratustra, en fondo y en forma, tienen un gran valor como revulsivo; toman los cimientos de nuestra sociedad y los ponen del revés, inquiriéndolo todo y viendo tras ellos varias capas de comportamientos socialmente aceptados, pero no del todo naturales al hombre. El hombre debe, según Zaratustra, «ser superado», debe llegar hasta las últimas consecuencias de su propia individualidad y, para ello, los conceptos de «bien» y «mal» no pueden tener cabida en su vocabulario. Esto significa que cada cual debe aspirar a sí mismo bajo el precepto de que los hombres no pueden ser todos iguales, y cuando dice hombres habla únicamente en masculino, ya que a pesar de su sabiduría es un misógino incurable. A menudo, Zaratustra ve detrás de acciones «buenas» un cinismo enorme que busca la grandeza desde la bajeza. Gracias a ese cinismo he aprendido el significado real de la palabra «nihilismo».
En ocasiones he leído capítulos, pues el libro está estructurado en capítulos breves que vuelven sobre los mismos temas, con cuya visión he coincidido bastante. Casi todos, sin embargo, y sin importar cuan agudos los haya encontrado, han generado en mí rechazo. Los valoro como un cuestionamiento válido y profundo de las sociedades humanas modernas y, en especial, de la permeabilidad que en la sociedad occidental ha tenido la moral cristiana, pero no como una alternativa en sí mismos. No concuerdo tampoco con las forma en que se aplica la crítica y que, además de a las mujeres, denosta a los lisiados y menciona a los judíos demasiado (esto recuerda a ciertos hechos que acaecieron un tiempo después). Tampoco con el estilo, que será bueno y poético, pero también inusualmente críptico y hasta irracional, algo que me parece más propio de la mística que de la filosofía.
En fin, el libro es interesante, difícil y no deja indiferente. Si para bien o para mal, ésa es otra historia. Y vamos a ver, ¿a quién se le ocurre llamar a una ciudad «La Vaca Multicolor»?
escrito en alemán | leído en español
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