En 2017 Orlando me mandó dos poemarios. Uno era «Epicedio al padre» y el otro, menos logrado, tenía poemas que tomaban la perspectiva de un médico realizando su oficio. Sospecho que Orlando habla de alguna versión de este borrador cuando, en las entrevistas, dice que lleva años trabajando en sus «Cuadernos de patología humana«, añadiendo que quedan apenas unos versos de sus primeros esbozos. Aunque recuerdo poco de aquel libro, me parece que tenía solamente una fracción de la fuerza y del dolor que transmiten sus «Cuadernos…», premio Loewe en plena pandemia (2021).
«Tengo un niño que nació / muerto en mis brazos. / La madre no quiere cargarlo. / ¿Dónde lo pongo?«, escribe Orlando de manera sucintamente brutal. Esta honestidad sencilla, descriptiva y personal es el sello estilístico de su libro, que habla de su experiencia como médico, los enfermos, el funcionamiento de un hospital -con sus ambulancias, estudiantes y servicio de limpieza-, el dolor, la muerte; también del nacimiento y las ansias por curar a los pacientes. El del médico es el punto de vista de la mayoría de los poemas: «Ha firmado un papel / que me obliga a desconectarlo. / (…) // El pecho se sacude un poco. // Sólo eso«; aunque a veces esta perspectiva viene matizada por otras: «La madre mira el pecho de su hijo / subir y descender. / (…) / Me dice que no entiende. // No es esperanza lo que busca / sino, más bien, certeza. / (…) / Hay que esperar, le digo«.
Pequeñas prosas poéticas vertebran el poemario. Todas tienen que ver con el color rojo, describiéndolo desde la biología y el léxico médico y dándole, indirectamente, un doble significado de vida y dolor.
Hay pasajes duros, como por ejemplo éste que una dedicatoria deja percibir como real: «Qué sencillo explicar con palabras / los lugares del cuerpo. / Decir árbol bronquial / y que nazcan ramas buscando oxígeno. / (…) / Pero cuando mi amiga dice / cáncer / es otro el animal / de su tráquea. / (…) / …esta vez no le sirve / su bata blanca«. Hay también belleza y calma.
Orlando ha conseguido expresar mucho con un estilo sobrio, aparentemente desnudo de lírica, que reside en la profundidad de todas las escenas. Los poemas más personales son los que más me han gustado; pero también hay valor en los que se huye de la primera persona. Estos últimos, me parece, dejan la emoción inmediata a un lado para generar en el lector un debate filosófico con metáforas como las sirenas de las ambulancias y el filo de un bisturí.
¡Qué más decir! El libro es homogéneo, duro, de calidad incuestionable. Algunos poemas destacan sobre el resto, pero todos son buenos. Se agradece también que el autor sepa cuándo dejar de contar. En fin, Orlando, felicidades.
escrito en español | leído en español
¿te ha gustado este comentario? ¡compártelo!