La primera vez que quise leer un libro de Tokarczuk fue en la estación de London Waterloo. Un título enigmático y una preciosa edición de Fitzcarraldo me sedujeron. Yo esperaba a una amiga que llegó en ese momento y el libro se quedó ahí. Perdí la oportunidad de fardar por haber leído a una autora entonces desconocida que, apenas unos pocos meses después, ganó el premio Nobel.
Esta novela es tan enigmática como su título, tomado de un poema de William Blake. A pesar de ser consciente de que la traducción al inglés elimina muchas sutilidades del original polaco, me sorprendieron desde la primera página tanto las imágenes elegidas como la belleza del lenguaje con las que Tokarczuk las explica. Los temas del libro rompen moldes, con una historia que trata sobre una señora mayor, fea y de salud frágil. Nada es aleatorio y todo nos hace pensar desde una perspectiva muy contemporánea. Dicha señora tiene una educación superior técnica -feminismo-, aunque cree en la astrología -impensable hoy en día en alguien con educación-; siente un amor inmenso por la naturaleza y los animales, a los que trata como personas -pro-derechos de los animales- y no los come -veganismo. La historia integra también, de pasada pero con tacto, temas espinosos como el lesbianismo y el racismo. La trama se desarrolla en una aldea remota de Polonia, lugar que en el imaginario inconsciente de la protagonista es fuente de todos los males, muy cerca de la frontera con la República Checa, cuya gente, lenguaje, naturaleza y clima encarnan la esperanza de un futuro mejor. En esa aldea suceden crímenes que nadie es capaz de explicar…; a no ser que se consulten los designios de los astros.
La belleza de esta novela está en muchas partes y es oscura, no siempre se deja mirar sin dolor. Las contradicciones humanas afloran muy vivamente en acciones y diálogos ultrasencillos. Desde luego, me ha parecido un libro estupendo.
escrito en polaco | leído en inglés