Cavafis consiguió convertirse en uno de los poetas más influyentes del siglo XX con 154 poemas solamente, escritos sobre todo en su madurez y en un griego que, al parecer, ni siquiera era la variante estándar favorecida en Grecia. Sus poemas hablan de temas históricos relacionados con las culturas griegas (la Grecia clásica, la Siria helénica, los seléucidas, los bizantinos, el Egipto ptolomeo), la fugacidad de la vida, el deseo sexual asociado a la juventud y, en ocasiones, a la prostitución, y el recuerdo que la vejez retiene de la pasión juvenil.
Sus poemas históricos son muy curiosos. Aunque diferentes a los de Borges, me recuerdan a su poesía por el gran número de referencias que son, para mí, oscuras, y cuyo interés por conocerlas los poemas consiguen despertar en mí. Algunos tienen como protagonistas a jóvenes efebos y «amigos», lo cual entronca con el tema homoerótico de muchos de sus poemas no históricos.
Dos poemas me han producido escalofríos. Ambos tratan sobre el paso del tiempo y me parecen magistrales. Uno de ellos se titula «Velas»: «Ante nosotros yérguense los días venideros / como fila de velas encendidas— / (…) / Los días pasados atrás quedan, / triste fila de velas apagadas. / (…) / No quiero verlas, me aflige su figura, / y me aflige recordar su luz primera. / Miro adelante mis velas encendidas. // No quiero volverme, por no ver con horror / cómo la fila oscura avanza rápida, / cómo los cirios apagados aumentan tan de prisa«. El otro, de tono mucho más positivo, es «Ítaca», y creo que lo recordaré mucho tiempo: «Cuando salgas de viaje para Ítaca, / desea que el camino sea largo / (…) / A los lestrigones y a los cíclopes / al fiero Posidón no encontrarás, / a no ser que los lleves ya en tu alma / (…) / Pero no tengas la menor prisa en tu viaje. / (…) / rico por todas las ganancias de tu viaje, / sin esperar que Ítaca te va a ofrecer riquezas. / (…) / no tiene ya más que ofrecerte. / Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado. / (…) / ya habrás comprendido el significado de las Ítacas«.
Mención aparte merecen el prólogo y los comentarios de Ramón Irigoyen. El prólogo es muy informativo, muy completo, quizá demasiado largo, muy divertido y, quizá, trasluce demasiado sobre su autor y sus opiniones —pero con gracia, lo cual se agradece—; las notas a los poemas, agrupadas al final, son tremendamente útiles, sucintas por lo general y fáciles de usar.
Sobre la traducción de Irigoyen puedo opinar bien poco sin saber griego. Me parece correcta y agradable de leer. Ya que Irigoyen vocea sus opiniones sobre los defectos de traductores anteriores a él, le afeo que favorezca la voz «Posidón» sobre la más común de «Poseidón» y que, ya que se las da de purista con el griego (véase la traducción del nombre del autor que acompaña al título), se niegue a utilizar el superlativo «paupérrimo», escribiendo «pobrísimo» en su lugar. La puntuación es ciertamente extraña y hasta errónea en ocasiones. Irigoyen advierte que copia la original y no me cabe duda. Pero si la traducción no sigue el metro ni la rima del griego, ¿por qué mantener una puntuación controvertida?
En definitiva, Cavafis merece una buena lectura (o unas cuantas). Todos sus poemas merecen la pena y algunos son brillantes. Y la traducción de Irigoyen, pese a las críticas nimias de arriba, me ha gustado.
escrito en griego | leído en español