Me atrajo la idea de leer una compilación de relatos de un concurso que, por su naturaleza, no atienden a un género o hilo conductor específico. Los relatos despliegan así gran variedad temática, aunque no tanto formal; es decir, no me ha parecido que muchos experimenten con el lenguaje. Esta falta de dirección temática me ha resultado refrescante y desesperante al mismo tiempo, y por tanto me parece un punto fuerte y débil a la vez.
En el libro hay calidades para todos los gustos. Algunos relatos me han parecido muy buenos y bien resueltos; la mayoría, decentes e interesantes; siento decir que unos pocos los considero muy malos. Lo que sí hay es un montón de ideas excelentes, aunque pocos autores, en mi opinión, han desarrollado todo su potencial.
Abriendo el libro al azar, según escribo esta reseña, encuentro por ejemplo «Sin título«, donde el colombiano Gellver de Currea desarrolla un capricho lógico-absurdo que divierte a cuenta de la lectura de género. Este relato me gustó bastante, aunque su final no me convence. Pasando páginas entre los dedos, me detengo en «En un pliegue del universo«, de la argentina Melisa Laura Cabello. Este relato me parece que parte de una idea feliz, la relación entre la astronomía de un científico y la magia de cuento de su hijo; pero que, sin estar mal, encuentro que a la autora le falta oficio para contarlo. Me doy cuenta de que este relato va precedido por «Coneja«, de la también argentina María Victoria Nasisi. Aquí, la trama centrada en una historia de amor joven no tiene nada de original y, sin embargo, está muy bien contada. Sigo pasando páginas y llego a «Tacones a medianoche«, de la chilena Fernanda Santander, quien firma una historia de fantasmas que me ha parecido correcta, justa e interesante tanto en su idea como en su desarrollo, pero sin llegar a despuntar. «Súplicas de cambio«, de la cubana Lucrecia Peña, cuenta una historia (la relación de la narradora con su padre) y deja de contar otra (del padre con la expareja de su hija). Me ha parecido un relato de gran profundidad que tiene potencial para ser mucho más largo. «La moneda«, de la madrileña Gloria Fernández, es un relato que retrata la miseria de volverse rico de repente, de manera interesante y con un buen manejo del lenguaje. «Burbujitas«, del peruano (¿o peruana?) Juma Paredes me ha parecido un relato excelente. Condensa gran cantidad de sensaciones en poco espacio con el grado justo de lo que se cuenta y lo que no, a lo que ayuda tomar como narrador a un niño pequeño que cuida de su hermano. «El radioteatro«, de la uruguaya Laura Lockhart, es otro buen relato que, aunque quizá no arriesgue mucho en el lenguaje, logra transmitir ternura al comparar el encierro de una anciana durante la crisis del coronavirus con su escondite de niñez para evitar el Holocausto.
Como veis, hay de todo. Debería añadir que el libro necesita un corrector ortográfico. El concurso fue convocado en Israel y tiene una sección nacional y otra internacional. Las faltas y el manejo del lenguaje en muchos de los relatos nacionales son muy notorias; los relatos en sí pueden estar bien, pero las faltas los estropean bastante. Esto sucede muchísimo menos con los relatos escritos en países hispanohablantes.
La experiencia de leer un libro de este tipo ha sido, con todo, interesante e instructiva, y me quedo con la gran cantidad de buenas ideas.
escrito en español | leído en español
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