Se me perdonará que comience esta breve reseña con una digresión, y sobre todo me lo perdonará Diderot, ya que ése es el recurso principal de su novela.
En 2011, una de las últimas asignaturas en la universidad me llevó a leer «El arte de la novela» de Milan Kundera, algo totalmente innecesario para aprobar esa asignatura. El caso es que ese conjunto de ensayos de Kundera se convirtió en uno de los libros más influyentes en mi vida adulta. Además me gustó mucho más sus novelas, que hasta entonces apenas había entendido. Ese año fue uno de lecturas que en general marcaron mi pensamiento y mis gustos durante muchísimo tiempo, con «Armas, gérmenes y acero» de Jared Diamond y «Rayuela» de Julio Cortázar a la cabeza. Pero ya me voy demasiado por las ramas…
El caso es que Kundera ponía a Diderot por todo lo alto a causa de su novela «Jacques el fatalista», que tiene en altísima estima como pieza fundamental en la historia de la novela junto con «Don Quijote de la Mancha«. En 2012, acabada la carrera y viviendo en otro lugar, la vi en una librería y la compré. Comencé a leerla a comienzos de 2013, pero apenas conseguí meterme en su lectura. Mi cabeza estaba en otro sitio porque me mudaba a Ámsterdam. Debía decidir qué meter en mi maleta y la novela quedó fuera. En todos estos años no había vuelto a abrirla, pero tampoco había olvidado los elogios que Kundera le dedicara. Así que este septiembre de 2023, más de una década después, la abrí de nuevo, descarté la señal de lectura y empecé a leerla desde el principio.
Y vaya si me reí. Me he divertido muchísimo leyendo esta comedia de dos hombres que viajan juntos y tratan de contarse historias de faldas. Si Cervantes parodia las historias de caballerías, Diderot parodia los romances pornográficos y lo hace, por supuesto, con gracia y sencillez. Personajes secundarios y el propio narrador, que hace metaliteratura, interrumpen las historias constantemente de una manera tan postmoderna que, si no fuera porque la trama y el lenguaje sitúan la novela en el siglo XVIII, la pensaría contemporánea de «Si una noche de invierno un viajero» o «Matadero cinco«. Me ha parecido un libro tan bueno que apenas creo que Diderot no lo publicara en vida.
La traducción de Félix de Azúa para Punto de Lectura me ha parecido, además, excelente. Corramos un tupido velo ante aquello de «nuevísimo» en lugar de «novísimo». Aparte de eso, tanto su traducción como sus notas al pie me han parecido muy bien llevadas. Y como esta entrada ya resulta más larga de lo acostumbrado, aquí la dejo con mi recomendación.
escrito en francés | leído en español